Acné, cuando el rostro estalla

Juventud, divino tesoro, decía el poeta. Sin embargo, el despertar de esa etapa vital es también una época de revolución hormonal que, en ocasiones, pasa factura al rostro. La mayoría de adolescentes sufre el molesto acné, un problema dermatológico que también puede afectar a los adultos. Cuando esto sucede, los dermatólogos aconsejan acudir a su consulta en cuanto aparecen los primeros granitos para evitar lesiones más graves y duraderas.

El acné es una enfermedad de la piel muy común, visible y, a menudo, antiestética, que se desarrolla en distintas etapas de la vida. Durante la adolescencia, la juventud y la primera adultez, mostrar una buena imagen corporal es para muchos determinante. Por este motivo, el bienestar psíquico de las personas afectadas es una razón suficiente para iniciar un tratamiento que borre el indeseable acné de las regiones corporales afectadas.

El acné vulgar, también llamado polimorfo, aparece en zonas seborreicas localizadas en el rostro y en la parte superior del tórax, unas zonas expuestas y difíciles de esconder. Son áreas de piel ricas en producción de sebo, lo que favorece la posterior aparición de las lesiones típicas del acné. La secuencia de los hechos es la siguiente: en la mayoría de los casos, el acné debuta en la adolescencia, ya que las hormonas adrenérgicas actúan sobre pequeños vellos invisibles (los folículos pilosos) de la cara y del tronco, que se inflaman.

A continuación, se registra un aumento de la grasa que obstruye los folículos y, en consecuencia, se forman unos granitos rojos que se llenan de pus y otras lesiones más profundas que luego cicatrizan. Por último, en ese terreno graso la bacteria Propionibacterium acnes coloniza las zonas dérmicas ricas en sebo y origina la inflamación característica de estos granos.

El resultado es un rostro y un tronco salpicados con distintos tipos de granitos que se extienden de forma aleatoria. Así, entre las lesiones típicas de esta afección cutánea figuran los sebos, los comedones (o típicos poros de la piel que se taponan y a los que se conoce como espinillas, barrillos o puntos negros) y las pústulas (aparición de pus en granos rojos). Las pápulas (granos previamente rojos que luego se inflaman), nódulos (lesiones más profundas que duelen), máculas (o zonas de la piel descoloridas) y las cicatrices resultantes de las distintas lesiones son otras de las posibles caras del acné.

Tratamiento precoz
Muchas personas consideran el acné un mal inevitable debido a los cambios hormonales que con el tiempo desaparecerá por sí solo. Esto es en parte cierto, aunque si el proceso se abandona a su suerte lo más probable es que los afectados acaben con la cara, y otras partes del cuerpo, señaladas para siempre. Según los especialistas, es un error no iniciar un tratamiento desde primer momento. Aunque el acné no se puede prevenir, sí se puede tratar de forma precoz en cuanto aparecen las primeras señales. El objetivo es frenarlo y evitar daños posteriores.

La finalidad de los remedios dermatológicos es reducir la aparición de los nuevos granos y curar los ya existentes. El paciente debe ser constante, ya que la mejoría no se empieza a notar hasta pasadas cuatro semanas, según subraya la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC).

El acné se puede controlar con tratamientos tópicos que contienen medicamentos antibióticos, como peróxido de benzoilo y retinoides. También se trata con fármacos, como los antibióticos por vía oral y hormonas para controlar la producción excesiva de la grasa que conduce a la formación del acné.

En los casos de acné rebelde se puede utilizar la isotretinoína, que resulta beneficiosa para controlar el factor graso, las hormonas y las bacterias que intervienen en la aparición del acné. Debido a sus efectos secundarios (piel reseca, aumento del nivel de lípidos en sangre y posibles daños en el feto en mujeres embarazadas) debe utilizarse bajo prescripción médica.

Las personas que ya tienen cicatrices y marcas pueden recurrir a soluciones cosméticas, entre las que figuran los 'peelings' y otros tratamientos para combatir la sequedad del rostro. Tras aplicar alguna de las opciones terapéuticas disponibles, el acné remite y se consigue controlar en alrededor del 80% de los casos al cabo de unos seis meses o un año. Para conseguirlo, es fundamental no abandonar el tratamiento.

La cadena de cambios físicos que conducen al acné se ralentiza con los años, aunque hay una franja de edad, comprendida entre los 35 y los 40 años, que lo sufre cada vez más. Se trata, especialmente, de mujeres que sufren un estado de nerviosismo. El tipo de acné más frecuente es el persistente: surge en la adolescencia pero se mantiene en la edad adulta. Pero también existe el 'acné de inicio tardío'. Se origina en personas de más de 25 años que nunca lo han padecido antes.

Según los últimos datos facilitados por la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV), durante la adolescencia y la juventud el acné es la enfermedad más prevalente, puesto que afecta al 80% de los jóvenes de ambos sexos entre los 12 y los 18 años, mientras que a partir de los 19 y hasta los 24 años ya afecta a un menor porcentaje, próximo al 25% de la población de esas edades.

Fuente: elcorreo.com